domingo, 16 de diciembre de 2012

Amaya Valdemoro, pasión por jugar.



El haber visto este pequeño documental sobre la vida personal y trayectoria profesional de la baloncestista Amaya Valdemoro ha despertado un gran interés en mí de principio a fin. Conocía muy por encima quién era Amaya, su palmarés deportivo, etc. pero sin embargo, no era consciente de la grandeza que poseía esta deportista.

Como se muestra en el documental, ya desde pequeña llevaba consigo siempre una energía que canalizaba a través del deporte, comenzando a destacar ya con apenas doce años en el atletismo, y deslumbrando a muchos unos años después con el manejo del balón. Parece que es cierto eso de que los talentos nacen, o por lo menos en el caso de Amaya era así. Sus primeros entrenadores de baloncesto ya veían en ella una futura estrella nacional e incluso mundial, una joven que rebosaba competitividad, cualidades y persistencia. Con el paso del tiempo fue ascendiendo de nivel, llegando a jugar incluso en la NBA femenina, donde ella misma asegura que, a pesar de formar parte del banquillo, aprendió muchísimas cosas. De regreso a su país, fue una figura imprescindible para la Selección Española, llegando a quedar terceras del mundo y segundas de Europa.

Los problemas empezaron a llegar cuando Amaya, como muchos otros deportistas de élite, estaba llevando a su cuerpo al extremo, y las lesiones empezaron a pasarle factura. A pesar de ello, en el deporte hay personas que son capaces de conseguir el máximo rendimiento por encima de lo posible (la gota que colma el vaso), y la fortaleza psicológica de Amaya permitía que incluso jugara partidos medio “coja”. Pero sin duda, hay una parte del documental que me pone los pelos de punta, el momento en que cae al suelo y sufre la lesión más grave de su carrera: la fractura de las dos muñecas. En ese momento se puede apreciar en sus gestos la impotencia y el dolor que padece la jugadora, llegando a perder levemente el conocimiento un par de veces.

Como éste, ha habido muchos casos de deportistas que, a raíz de lesiones graves y dada su prolongada carrera profesional en dicho momento, han decidido retirarse definitivamente. Resulta increíble ver que Amaya Valdemoro, a sus 35 años de edad y viéndose impedida para cocinar, lavarse la ropa, conducir, etc., lo único que piense sea recuperarse de sus muñecas (dos meses antes de lo que pronosticaron los médicos) y plantearse un reto: volver a jugar a baloncesto. Es conmovedor escuchar las palabras de la jugadora cuando afirma con solidez: “...pensando que esto se me ha acabado, al día siguiente me levanté y dije hasta aquí hemos llegado, no pasa nada, si estoy haciendo tres horas, pues voy a hacer otra hora más y esto hay que sacarlo”. La gente que la rodeaba decía: “ella quiere luchar contra todo el mundo, y contra sí misma”, “y hasta que no vuelva a ser competitiva, no se va a ir del baloncesto, no la veo retirarse arrastrándose”, “necesita competir porque sino, no es feliz”.

Finalmente, ella misma dice angustiada que tiene miedo de dejar de jugar, que no quiere, que no sabría como llevarlo, que mucha parte de ella se iría detrás, que le faltaría algo. Porque LE ENCANTA JUGAR A BALONCESTO, y lleva desde los 14 años dedicándose cuerpo y alma a meter un balón por una canasta.  Para mí, es una preciosa historia, con la cual podemos entender la grandeza del deporte como forma de vida para muchas personas, que te pone barreras pero también objetivos, y te hace ser quien tú desees. 

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